Mediación científica,
¿El sueño americano?
The Conversation #2
The Conversation es un medio digital internacional donde investigadores y universitarios trabajan en conjunto con periodistas profesionales para publicar artículos de divulgación científica. Dada nuestra relación con el Centro de Investigación sobre las Mediaciones (CREM, por sus siglas en francés) de la Universidad de Lorena, Thibaud Sauvageon (cofundador de Ciencia vagabunda) escribe también para este sitio web.
El texto a continuación es una traducción de su versión original en francés, publicada en julio de 2018 en el sitio The Conversation. Se trata de un testimonio sobre el lugar de la divulgación científica en Estados Unidos.
Mediación científica, ¿El sueño americano?

Thibaud Sauvageon y Mariana Díaz recorren el mundo para encontrarse con los protagonistas de la escena científica. Después de una primera etapa de viaje en América del Norte, nos entregan su testimonio en esta crónica.
América del Norte, tierra de ciencias
Al aventurarnos en el proyecto Ciencia vagabunda, Mariana y yo nos propusimos observar cuál es el lugar de las ciencias en el mundo. Para ello, partimos de dos preguntas clave: ¿Cómo influyen las distintas culturas en la manera de hacer ciencia y de percibirla? y ¿qué tanto impacto tiene el desarrollo científico sobre la cultura de una sociedad? Para tratar de darles respuesta, iniciamos nuestro viaje en abril. El punto de partida fue la costa oeste mexicana, donde nos encontramos con pescadores, ONG y biólogos marinos que trabajan para la restauración de un ecosistema marino. Después de realizar un primer reportaje ahí, partimos con la mochila al hombro para atravesar parte de Estados Unidos y Canadá.
Desde San Diego hasta Washington, pasando por San Francisco, Montreal e incluso Nueva York, tocamos la puerta de universidades, centros de investigación y museos de ciencias, además de reunirnos con investigadores, científicos, estudiantes y divulgadores. Así, tuvimos la oportunidad de grabar cuatro reportajes en San Diego, Berkeley, Montréal y Sherbrooke sobre temáticas tan variadas como la glicobiología, la genética, y la biorefinería. La realización de estos reportajes, así como la posibilidad de intercambiar con tantos actores del mundo científico en su lugar de trabajo fue una experiencia extraordinaria.

La notoriedad de Estados Unidos en términos de ciencias no es algo nuevo. Este país, cuna de 371 premios Nobel está a la punta de las investigaciones en numerosos dominios. Y a pesar de lo mucho que pueda tener de criticable, el muy elitista sistema universitario estadounidense resulta ser bastante eficaz en la producción de resultados científicos.
Pero, ¿qué hay de la transmisión de las ciencias hacia la población en general? ¿Está la divulgación científica, a la altura de los trabajos que se llevan a cabo en los laboratorios estadounidenses?
Los investigadores se involucran en la divulgación de la ciencia
En un primer momento, nos sorprendió la calidad de las explicaciones que tuvimos por parte de todos los científicos encontrados. Ya se trate de profesores, estudiantes de doctorado o incluso practicantes, notamos que no les cuesta trabajo ubicar sus investigaciones en el contexto correspondiente.
La facultad para adaptar su discurso según el público podría explicarse a partir de una educación muy centrada en la expresión oral. En muchas universidades, por ejemplo, los estudiantes comienzan a dar clases desde que están en la licenciatura. El lugar que se le da a la pedagogía como parte de la formación se hace muy evidente cuando llega el momento de tomar la palabra y de enfrentarse al público. La historia de las ciencias tampoco es asunto olvidado en los cursos universitarios. Los futuros científicos son sistemáticamente educados en la historia de su disciplina. Creo que este punto es fundamental para formar no sólo buenos investigadores, sino buenos comunicadores.
¡No podemos olvidar que los Estados Unidos hicieron del espectáculo su gran especialidad! En esta cultura del show y de la puesta en escena, no es de sorprender que los científicos asuman un verdadero rol de actores, a la hora de explicar sus investigaciones al público.

Una actividad útil …y hasta necesaria
Pero más allá de la manera de comunicar sobre ciencias, nos sorprendió la importancia que se le da a este tipo de actividades. Los investigadores a quienes nos acercamos se mostraron muy accesibles (a pesar de sus agendas apretadas) y no dudaron en dedicarnos varias horas de su tiempo para hacernos visitar sus instalaciones y para compartir ideas acerca de sus trabajos. Frecuentemente, los encuentros con universitarios van más allá de una simple entrevista. Se toman el tiempo para verificar que entendimos bien sus temas y en profundizar sobre algunos conceptos básicos de su disciplina.

Pascal Gagneux, investigador en glicobiología en la Universidad de California San Diego, nos explica que hacer divulgación puede tener una utilidad bastante concreta:
“La divulgación siempre puede ser útil para atraer a personas con dinero que quieran invertir en la investigación. Hay muchas investigaciones en Estados Unidos que se benefician con filántropos privados, que conocen a un científico o científica y que le dicen ‘Me interesa lo que haces. Haz más’ ”.
Efectivamente, no es raro ver en las universidades estadounidenses anfiteatros o edificios que portan el nombre de donadores. En este contexto, el mecenazgo es considerado como una fuente de financiamiento en sí misma, por ello es importante echar mano de la divulgación para seducir a posibles financiadores.
Por otro lado, percibimos también que la divulgación puede entrañar, en el fondo, una especie de activismo. Si los investigadores son frecuentemente percibidos como una élite, la proporción de estadounidenses que ponen en duda ciertos principios científicos de base es desconcertante. De acuerdo con algunos estudios, cuatro de cada diez estadounidenses son creacionistas, mientras que una gran cantidad de personas ponen en duda la idea misma del cambio climático… Frente a esto, varios de los científicos que conocimos durante el viaje se sienten con la misión de poner un poco de orden en una sociedad donde escepticismo y negacionismo científico son frecuentemente confundidos.
Como lo explica Alexandre Mauron, profesor de ética en la Universidad de Ginebra, es necesario cuestionar ciertos consensos científicos, siempre y cuando, estos cuestionamientos se apoyen sobre el método científico y sobre argumentos racionales. Cuando el rechazo de ciertas teorías se basa sobre una opinión derivada de creencias irracionales, se trata entonces de negacionismo científico.
La lucha contra el negacionismo científico parece ser el caballo de batalla de muchos de los investigadores que se dedican a la divulgación científica en Estados Unidos.
La comunicación científica como verdadero desafío político
Según Yves Gingras, sociólogo de las ciencias en la Universidad de Quebec en Montreal, en una sociedad democrática, informar al público es parte esencial del rol de un científico:
“Actualmente vivimos en un mundo esencialmente tecnocientífico. En el siglo XXI, una democracia y una toma de decisiones lúcida requiere el conocimiento de los elementos básicos de la ciencia. La función del científico es pues, la de enseñar a las personas a reflexionar de forma racional […] para tomar decisiones con conocimiento de causa sobre los reactores nucleares, sobre los organismos genéticamente modificados o sobre las lluvias ácidas”.

Y si los investigadores no dudan en utilizar la divulgación como herramienta de persuasión, las instituciones y centros de investigación tampoco.
El Innovative Genomics Institute (Instituto de Innovación Genómica) en Berkeley, por ejemplo, ha puesto en marcha un programa de divulgación llamado Ask a scientist (“Pregúntale a un científico”, en español). Con una simple inscripción a este sitio, el instituto propone un encuentro en videoconferencia entre sus investigadores y alumnos del mundo entero. Al entrar en contacto directo con el público, el instituto busca romper con las ideas preconcebidas sobre la edición genética.

Sin embargo, Yves Gingras advierte que es necesario mantenerse vigilantes frente a la comunicación científica oficial de algunos centros de investigación. Estos últimos podrían servirse de ella para un interés puramente estratégico:
“Los científicos pueden prometer las mil y un maravillas. A inicios de los años 70 fui a un congreso donde el director de un laboratorio nos decía ‘El reactor de fusión nuclear estará listo en los 90.’ Ya estamos en 2018 y aún no tenemos reactores de fusión nuclear pero, ¿qué nos anuncian ahora? ¡reactores de fusión nuclear para el 2045! […] Nos toman por ingenuos. Hay un vínculo entre la propaganda científica, la economía de la promesa y el declive de la confianza hacia los científicos”.
En la idea de obtener mayor visibilidad mediática y de aumentar las posibilidades de financiamiento, ciertos laboratorios podrían prometer resultados que, bajo las condiciones actuales, les sería imposible obtener. A final de cuentas, este tipo de comunicación, proveniente de las instituciones, podría resultar contraproducente cuando los intereses subyacentes son evidentes para el resto de las personas.
Hacia nuevos horizontes
Después de nuestro viaje y de los encuentros que pudimos tener con científicos en Estados Unidos, pudimos constatar que la divulgación es, por lo general, considerada como una actividad útil para los investigadores y por lo tanto importante.
Sin embargo, a pesar de los esfuerzos sinceros de transmisión del conocimiento, los divulgadores se topan muy seguido con una realidad difícil. El negacionismo científico es un fenómeno muy presente y que en ocasiones resulta difícil de confrontar. La incomprensión del mundo científico por parte del resto de la población es de una complejidad tal que la divulgación sola no será suficiente para invertir la tendencia. Se trata, indudablemente, de un problema de dimensión política. Reconciliar a la población estadounidense en su conjunto a través de las ciencias, ése es el verdadero desafío para los próximos años.
Para concluir, cabe reconocer que los dos meses de viaje en Estados Unidos y Canadá sólo nos dejaron percibir una ínfima parte de lo que en realidad puede representar el mundo científico de Norteamérica. Si se me permite el paralelo con el método científico, la comparación es siempre más pertinente que la medida absoluta. Así pues, retomamos la ruta con dos nuevos puntos de referencia y una curiosidad aún más grande: descubrir nuevos universos culturales y científicos. Después de una nueva escala en México, continuaremos muy pronto en dirección a Cuba. Trataremos de comprender cómo este país pudo mantenerse a la punta de las investigaciones médicas a pesar de un embargo económico de más de medio siglo.
Mientras tanto, no duden en comentar, en ir a ver nuestros otros reportajes y en seguir nuestro avance en el sitio y redes sociales de Ciencia vagabunda.
Thibaud Sauvageon, Reportero independiente, cofundador de Ciencia vagabunda e investigador asociado en el laboratorio del CREM, Universidad de Lorena
Traducción: Mariana Díaz
Mediación científica,
¿El sueño americano?
The Conversation #2
The Conversation es un medio digital internacional donde investigadores y universitarios trabajan en conjunto con periodistas profesionales para publicar artículos de divulgación científica. Dada nuestra relación con el Centro de Investigación sobre las Mediaciones (CREM, por sus siglas en francés) de la Universidad de Lorena, Thibaud Sauvageon (cofundador de Ciencia vagabunda) escribe también para este sitio web.
El texto a continuación es una traducción de su versión original en francés, publicada en julio de 2018 en el sitio The Conversation. Se trata de un testimonio sobre el lugar de la divulgación científica en Estados Unidos.
Mediación científica,
¿El sueño americano?

Grabación de una conferencia en la Universidad de California en Berkeley.
Thibaud Sauvageon y Mariana Díaz recorren el mundo para encontrarse con los protagonistas de la escena científica. Después de una primera etapa de viaje en América del Norte, nos entregan su testimonio en esta crónica.
América del Norte, tierra de ciencias
Al aventurarnos en el proyecto Ciencia vagabunda, Mariana y yo nos propusimos observar cuál es el lugar de las ciencias en el mundo. Para ello, partimos de dos preguntas clave: ¿Cómo influyen las distintas culturas en la manera de hacer ciencia y de percibirla? y ¿qué tanto impacto tiene el desarrollo científico sobre la cultura de una sociedad? Para tratar de darles respuesta, iniciamos nuestro viaje en abril. El punto de partida fue la costa oeste mexicana, donde nos encontramos con pescadores, ONG y biólogos marinos que trabajan para la restauración de un ecosistema marino. Después de realizar un primer reportaje ahí, partimos con la mochila al hombro para atravesar parte de Estados Unidos y Canadá.
Itinerario seguido durante la primera etapa de viaje.
Desde San Diego hasta Washington, pasando por San Francisco, Montreal e incluso Nueva York, tocamos la puerta de universidades, centros de investigación y museos de ciencias, además de reunirnos con investigadores, científicos, estudiantes y divulgadores. Así, tuvimos la oportunidad de grabar cuatro reportajes en San Diego, Berkeley, Montréal y Sherbrooke sobre temáticas tan variadas como la glicobiología, la genética, y la biorefinería. La realización de estos reportajes, así como la posibilidad de intercambiar con tantos actores del mundo científico en su lugar de trabajo fue una experiencia extraordinaria.

Visita al laboratorio de Tecnologías de la biomasa de la Universidad de Sherbrooke.
La notoriedad de Estados Unidos en términos de ciencias no es algo nuevo. Este país, cuna de 371 premios Nobel está a la punta de las investigaciones en numerosos dominios. Y a pesar de lo mucho que pueda tener de criticable, el muy elitista sistema universitario estadounidense resulta ser bastante eficaz en la producción de resultados científicos.
Pero, ¿qué hay de la transmisión de las ciencias hacia la población en general? ¿Está la divulgación científica, a la altura de los trabajos que se llevan a cabo en los laboratorios estadounidenses?
Los investigadores se involucran en la divulgación de la ciencia
En un primer momento, nos sorprendió la calidad de las explicaciones que tuvimos por parte de todos los científicos encontrados. Ya se trate de profesores, estudiantes de doctorado o incluso practicantes, notamos que no les cuesta trabajo ubicar sus investigaciones en el contexto correspondiente.
La facultad para adaptar su discurso según el público podría explicarse a partir de una educación muy centrada en la expresión oral. En muchas universidades, por ejemplo, los estudiantes comienzan a dar clases desde que están en la licenciatura. El lugar que se le da a la pedagogía como parte de la formación se hace muy evidente cuando llega el momento de tomar la palabra y de enfrentarse al público. La historia de las ciencias tampoco es asunto olvidado en los cursos universitarios. Los futuros científicos son sistemáticamente educados en la historia de su disciplina. Creo que este punto es fundamental para formar no sólo buenos investigadores, sino buenos comunicadores.
¡No podemos olvidar que los Estados Unidos hicieron del espectáculo su gran especialidad! En esta cultura del show y de la puesta en escena, no es de sorprender que los científicos asuman un verdadero rol de actores, a la hora de explicar sus investigaciones al público.

Pascal Gagneux, investigador en la Universidad de California San Diego no duda en caracterizarse durante el evento “Taste of Science”, en un bar de San Diego.
Una actividad útil …y hasta necesaria
Pero más allá de la manera de comunicar sobre ciencias, nos sorprendió la importancia que se le da a este tipo de actividades. Los investigadores a quienes nos acercamos se mostraron muy accesibles (a pesar de sus agendas apretadas) y no dudaron en dedicarnos varias horas de su tiempo para hacernos visitar sus instalaciones y para compartir ideas acerca de sus trabajos. Frecuentemente, los encuentros con universitarios van más allá de una simple entrevista. Se toman el tiempo para verificar que entendimos bien sus temas y en profundizar sobre algunos conceptos básicos de su disciplina.

Johan Jaenisch, de la Universidad de California en Berkeley, nos da un curso de genética.
Pascal Gagneux, investigador en glicobiología en la Universidad de California San Diego, nos explica que hacer divulgación puede tener una utilidad bastante concreta:
“La divulgación siempre puede ser útil para atraer a personas con dinero que quieran invertir en la investigación. Hay muchas investigaciones en Estados Unidos que se benefician con filántropos privados, que conocen a un científico o científica y que le dicen ‘Me interesa lo que haces. Haz más’ ”.
Efectivamente, no es raro ver en las universidades estadounidenses anfiteatros o edificios que portan el nombre de donadores. En este contexto, el mecenazgo es considerado como una fuente de financiamiento en sí misma, por ello es importante echar mano de la divulgación para seducir a posibles financiadores.
Por otro lado, percibimos también que la divulgación puede entrañar, en el fondo, una especie de activismo. Si los investigadores son frecuentemente percibidos como una élite, la proporción de estadounidenses que ponen en duda ciertos principios científicos de base es desconcertante. De acuerdo con algunos estudios, cuatro de cada diez estadounidenses son creacionistas, mientras que una gran cantidad de personas ponen en duda la idea misma del cambio climático… Frente a esto, varios de los científicos que conocimos durante el viaje se sienten con la misión de poner un poco de orden en una sociedad donde escepticismo y negacionismo científico son frecuentemente confundidos.
Como lo explica Alexandre Mauron, profesor de ética en la Universidad de Ginebra, es necesario cuestionar ciertos consensos científicos, siempre y cuando, estos cuestionamientos se apoyen sobre el método científico y sobre argumentos racionales. Cuando el rechazo de ciertas teorías se basa sobre una opinión derivada de creencias irracionales, se trata entonces de negacionismo científico.
La lucha contra el negacionismo científico parece ser el caballo de batalla de muchos de los investigadores que se dedican a la divulgación científica en Estados Unidos.
La comunicación científica como verdadero desafío político
Según Yves Gingras, sociólogo de las ciencias en la Universidad de Quebec en Montreal, en una sociedad democrática, informar al público es parte esencial del rol de un científico:
“Actualmente vivimos en un mundo esencialmente tecnocientífico. En el siglo XXI, una democracia y una toma de decisiones lúcida requiere el conocimiento de los elementos básicos de la ciencia. La función del científico es pues, la de enseñar a las personas a reflexionar de forma racional […] para tomar decisiones con conocimiento de causa sobre los reactores nucleares, sobre los organismos genéticamente modificados o sobre las lluvias ácidas”.

Encuentro con Yves Gingras, sociólogo de las ciencias en la Universidad de Quebec en Montreal.
Y si los investigadores no dudan en utilizar la divulgación como herramienta de persuasión, las instituciones y centros de investigación tampoco.
El Innovative Genomics Institute (Instituto de Innovación Genómica) en Berkeley, por ejemplo, ha puesto en marcha un programa de divulgación llamado Ask a scientist (“Pregúntale a un científico”, en español). Con una simple inscripción a este sitio, el instituto propone un encuentro en videoconferencia entre sus investigadores y alumnos del mundo entero. Al entrar en contacto directo con el público, el instituto busca romper con las ideas preconcebidas sobre la edición genética.

Encuentro entre Kevin Doxzen, investigador en el Innovative Genomics Institute, y alumnos de preparatoria en el programa « Ask a Scientist ».
Sin embargo, Yves Gingras advierte que es necesario mantenerse vigilantes frente a la comunicación científica oficial de algunos centros de investigación. Estos últimos podrían servirse de ella para un interés puramente estratégico:
“Los científicos pueden prometer las mil y un maravillas. A inicios de los años 70 fui a un congreso donde el director de un laboratorio nos decía ‘El reactor de fusión nuclear estará listo en los 90.’ Ya estamos en 2018 y aún no tenemos reactores de fusión nuclear pero, ¿qué nos anuncian ahora? ¡reactores de fusión nuclear para el 2045! […] Nos toman por ingenuos. Hay un vínculo entre la propaganda científica, la economía de la promesa y el declive de la confianza hacia los científicos”.
En la idea de obtener mayor visibilidad mediática y de aumentar las posibilidades de financiamiento, ciertos laboratorios podrían prometer resultados que, bajo las condiciones actuales, les sería imposible obtener. A final de cuentas, este tipo de comunicación, proveniente de las instituciones, podría resultar contraproducente cuando los intereses subyacentes son evidentes para el resto de las personas.
Hacia nuevos horizontes
Después de nuestro viaje y de los encuentros que pudimos tener con científicos en Estados Unidos, pudimos constatar que la divulgación es, por lo general, considerada como una actividad útil para los investigadores y por lo tanto importante.
Sin embargo, a pesar de los esfuerzos sinceros de transmisión del conocimiento, los divulgadores se topan muy seguido con una realidad difícil. El negacionismo científico es un fenómeno muy presente y que en ocasiones resulta difícil de confrontar. La incomprensión del mundo científico por parte del resto de la población es de una complejidad tal que la divulgación sola no será suficiente para invertir la tendencia. Se trata, indudablemente, de un problema de dimensión política. Reconciliar a la población estadounidense en su conjunto a través de las ciencias, ése es el verdadero desafío para los próximos años.
Para concluir, cabe reconocer que los dos meses de viaje en Estados Unidos y Canadá sólo nos dejaron percibir una ínfima parte de lo que en realidad puede representar el mundo científico de Norteamérica. Si se me permite el paralelo con el método científico, la comparación es siempre más pertinente que la medida absoluta. Así pues, retomamos la ruta con dos nuevos puntos de referencia y una curiosidad aún más grande: descubrir nuevos universos culturales y científicos. Después de una nueva escala en México, continuaremos muy pronto en dirección a Cuba. Trataremos de comprender cómo este país pudo mantenerse a la punta de las investigaciones médicas a pesar de un embargo económico de más de medio siglo.
Mientras tanto, no duden en comentar, en ir a ver nuestros otros reportajes y en seguir nuestro avance en el sitio y redes sociales de Ciencia vagabunda.
Thibaud Sauvageon, Reportero independiente, cofundador de Ciencia vagabunda e investigador asociado en el laboratorio del CREM, Universidad de Lorena
Traducción: Mariana Díaz